En los primeros días de julio llegaron, al lugar donde vivo, las lluvias intensas de esta temporada. Estoy acostumbrada a las tardes soleadas y el descenso de la temperatura me hace pensar en un café tibio con pan. El pan, pienso, debería estar cubierto con chocolate untable. Sé bien que no voy a encontrar tal alimento en mi alacena: renuncié a su sabor hace algún tiempo, era eso o contribuir aún más a la destrucción de la selva.

Esa crema de cacao que tanto se me antoja tiene aceite de palma, un ingrediente necesario para darle consistencia, cuya demanda se encuentra en aumento. Casi todos los cultivos de Elaeis guineensis, la especie de la que se extrae este aceite, están plantados en sitios que recientemente eran bosque tropical húmedo (1). 

Una historia similar ocurre con los aguacates. Se estima que el 20% del área total deforestada en Michoacán (el lugar de donde proviene la mayor producción de aguacate en México) entre 2001 y 2017 está asociada con la expansión de esta plantación (2). A simple vista podría parecer que la superficie vegetal sigue ahí, los bosques siguen ahí. Sin embargo, las plantaciones productivas no son equiparables a los bosques. 

Cuando los bosques se sustituyen por plantaciones, la mayoría de las interacciones complejas entre especies que lo caracterizaban y que además nos proporcionaban servicios ecosistémicos invaluables, disminuyen notoriamente, o incluso desaparecen (1, 2).

Para plantar una cantidad que satisfaga la demanda de la especie comercial, primero se realiza una deforestación del ecosistema existente. El reemplazo de esta cubierta vegetal original con un monocultivo (una sola especie) reduce la diversidad de flora, y, en consecuencia, elimina a muchas de las especies animales que la habitaban (1,2).

La ganadería en el sur de nuestro país es otro ejemplo de los problemas asociados a la producción de alimentos. Para que las vacas puedan pastorear libremente se tala la selva y se procura el crecimiento de pasto, lo cual genera condiciones similares a las de los monocultivos y en ocasiones, incluso más drásticas.

Es difícil sospechar el grave problema ambiental que hay detrás de productos cotidianos en nuestra mesa como la carne y el aguacate, y otros usuales como la crema de cacao y avellanas. ¿Cómo frenar la desconexión entre nuestra percepción del impacto ambiental que produce nuestro consumo no informado de alimentos y la realidad del asunto?

Así como somos conscientes de los alimentos que consumimos para cuidar nuestra salud, es necesario empezar a ser conscientes del impacto que nuestra alimentación tiene sobre nuestros ecosistemas. 

¿Tú sabes de dónde vienen tus alimentos?

Formato Chicago: 

Villalva, Estephanie. “¿De Dónde Vienen Nuestros Alimentos?” Web log. Blog Con Ciencia (blog). El Nodo Ciencia , July 20, 2021. https://www.elnodo.science/blog/volumen-1-a%C3%B1o-2021/serie-4-de-d%C3%B3nde-vienen-nuestros-alimentos/de-d%C3%B3nde-vienen-nuestros-alimentos.

Formato BibTex:

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