Imagen 1. A New Look at the Root of the Problem by Pacific Northwest National Laboratory. Disponible en: https://search.creativecommons.org/photos/bb57b85e-21bc-431c-8b1d-167a15d9a3bd

-Hoy vas a imaginar-

¿Podrías imaginar que eres un hongo? Esta pregunta podría sorprenderte un poco, joven lector, porque lo usual es que imagines ser otro mamífero, un organismo con cabeza, hombros, rodillas y pies. ¡Sí, así como esa famosa ronda infantil! Pero los hongos son algo distinto, una red de fibras que podría recordar a un montón de algodón debajo de la tierra, entre los árboles, entre la hierba, ¡Conectándolo todo!

Es muy probable que te hayas imaginado el típico hongo en forma de sombrilla pero no todos los hongos tienen esa estructura como en el juego de Mario Bros. Ahora imagina que, como hongo que eres, has visto por millones de años el progreso de las primeras comunidades de plantas en la conquista de la tierra firme, ¡y tú has contribuido con eso! Toma un momento que te cuento cómo lo has hecho.

Primero, hubo un entrelazamiento de fibras (llamadas hifas) con las protorraíces de esas plantas conquistadoras. Así, se formó una nueva estructura, llamada micorriza que dotó a las plantas de un mejor sistema para la absorción de nutrientes inorgánicos del suelo y el agua. Segundo, con esta asociación, las plantas se protegieron de patógenos que pudieron estar presentes en esa nueva etapa en la tierra, dando paso a lo que conocemos como hongo formador de micorrizas (1).

Volvamos al presente. Se recomienda que, al momento de formalizar cualquier relación, se evalúe qué tan beneficiosa es esta para ambas partes y como hongo, tú conoces de primera mano la capacidad exclusiva de las plantas de obtener su propio alimento rico en carbonos usando la luz. Entonces estos exigieron una parte de la glucosa que fabrica la planta por medio de su fotosíntesis a cambio de los beneficios mencionados (2).

Imagen 2. Aquí vemos una planta haciendo fotosíntesis. Crédito propio.