MENSAJE EDITORIAL

Xalapa, Ver. 19 de abril de 2021

Por: Estephanie Villalva y Juan J. Morales-Trejo

"En este sentido, más allá de capturar el interés por un tema que puede resultar atractivo para las personas dentro de su gremio, el desafío de una persona que divulga ciencia, es atraer a quienes no conocen del tema y que podrían beneficiarse de esa información."

La divulgación científica es comparable a construir un puente que sirva de unión a dos elementos. En este caso, mientras que de un lado están la ciencia y las personas dedicadas a ella, en el otro lado se encuentra el resto del mundo. Si bien, el primer grupo es pequeño comparado con el gigantesco grupo restante, su comunidad está en crecimiento y ve con ansias el acercamiento a la otra orilla. El reto está en cómo lograr que las otras personas se animen a usar ese puente, es decir, interesarles en la ciencia.

Apelar a la curiosidad de las personas ha sido una de las estrategias que ha rendido frutos. La curiosidad es una cualidad que ha conducido los pasos de la especie humana por caminos diversos y fascinantes. Desde la más temprana edad, el interés en la exploración del mundo que nos rodea surge de la interacción cotidiana, aunque no siempre consciente, con las características del sitio en el que vivimos.

Si bien las primeras impresiones al adentrarse en un mundo desconocido son propensas a despertar emociones como el temor o el desagrado, la exploración permite adquirir información. Observar con detenimiento posibilita la generación de una nueva perspectiva, e incluso puede despertar admiración y empatía por aquello que nos atemorizaba en un principio. Pero, ¿qué ocurre con esa información adquirida si queda atrapada en la experiencia de una sola persona o un grupo muy limitado de ellas?

Respondamos el cuestionamiento anterior imaginando a Charles Darwin guardando para sí mismo los descubrimientos que realizó al explorar el mundo biológico a bordo del Beagle. Hoy sabemos que esos viajes maravillosos por las costas de América del Sur solo eran la mitad del camino. Difundir sus ideas fue la parte fundamental que generó un cambio profundo en la forma de ver el mundo para las personas de su época.

En este sentido, más allá de capturar el interés por un tema que puede resultar atractivo para las personas dentro de su gremio, el desafío de una persona que divulga ciencia, es atraer a quienes no conocen del tema y que podrían beneficiarse de esa información. Una gran parte de la importancia de la divulgación científica, radica en hacer accesible el conocimiento, lograr que el puente entre la sociedad y la ciencia se cruce constantemente en ambas direcciones.

Así, la divulgación de la ciencia aspira a despertar la curiosidad de las personas, y al mismo tiempo, convertirse en una herramienta que facilite la exploración. Con esta perspectiva en mente, la divulgación científica adquiere un carácter esencial en estos tiempos de incertidumbre. Buscar diferentes medios para llevar a cabo esta actividad puede considerarse un reto más allá de lo técnico y creativo, ya que, para hacer llegar la información a cualquier persona, primero hay que superar las barreras que muchas veces supone el lenguaje científico y el idioma en el que dicha información se ha publicado originalmente.

La persona que divulga ciencia echa mano de las herramientas que tiene a su alcance. En un tiempo en el que la tecnología parece rodearnos en las partes más íntimas de nuestra vida cotidiana, resulta sencillo imaginar que llegar hasta la comunidad más recóndita con solo un par de clics es una labor fácil. La cuestión es que a pesar de que la tecnología y sus bondades forman parte del imaginario actual, todavía no está al alcance de muchas personas. En ese caso, es necesario recurrir a una de las más tradicionales fuentes de divulgación, los textos y, sin embargo, en un contexto social en el que leemos poco, la idea de acercar un texto de divulgación de ciencia a otra persona parece ser una tarea titánica. Esto nos lleva a plantearnos el siguiente cuestionamiento: ¿para quién divulgamos?

El “quién” debería ser cualquier persona interesada, puesto que el acto de divulgar por origen no distingue entre personas de un tipo u otro. Si lo que se requiere es generar entusiasmo por un texto del campo científico, quizá lo recomendable es enfatizar el esfuerzo en quienes en un futuro serán potenciales lectoras y lectores: las niñas, los niños, y los jóvenes.

Si un texto de divulgación de ciencia es lo suficientemente novedoso como para formar parte de las lecturas escolares de estas jóvenes personas, ¿quién podría negar que se contribuye así a la formación de una sociedad que explora y aprovecha su curiosidad? ¿Quién sabe? (quizás sea) una sociedad que considere que la exploración del universo, o la interacción de los seres vivos podría ser una gran historia para darse las buenas noches.

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